La dirección musical es una disciplina compleja, pues requiere la activación de una larga lista de conocimientos y habilidades en un continuo de acción - escucha - respuesta en interacción con el grupo al que se dirige. Este ejercicio se basa en un estudio estricto y eficiente, conlleva años de preparación y, por supuesto, requiere de mucha práctica. 

 

Sin embargo, pese a su ineludible complejidad, la dirección musical no tiene secretos. Para mí, se resume en una frase que aprendí de uno de mis profesores: “man hears but what man knows”. Uno escucha solamente lo que sabe. Eso significa que, más que poseer unas aptitudes extraordinarias, para hacer un buen trabajo hay que saber qué escuchar y cómo escucharlo.

 

Tradicionalmente la enseñanza de la dirección en instituciones musicales ha tenido un enfoque magistral, el cual ha sido responsable del surgimiento exitoso de varias generaciones de músicos de gran talento. Sin embargo, en el contexto universitario moderno, alimentado por la vanguardia pedagógica y atento a las garantías de los procesos educativos, el enfoque tradicional ha quedado corto en cuanto a la estructuración de contenidos y objetivos claros, escalonados y medibles. 

 

Por eso, con el foco puesto en que los estudiantes puedan aprender de la mejor manera, mi desempeño docente en el pregrado en Dirección coral de la Pontificia Universidad Católica se basa en un programa claro y estructurado, en el que semestre a semestre los contenidos se abordan aditivamente, por categorías y de manera secuenciada.